En un escenario turístico que no deja de transformarse, surge con fuerza una tendencia que está redefiniendo los modelos de alojamiento urbano: el Flex Living. Este formato, a medio camino entre el alquiler residencial y la estancia hotelera, está captando la atención de viajeros, empresas y operadores turísticos por su enfoque centrado en la flexibilidad, la comodidad y la experiencia personalizada.
¿Qué es el Flex Living?
El Flex Living —también conocido como “alquiler flexible” o “vivienda temporal con servicios”— ofrece viviendas amuebladas, contratos por semanas o meses, precios con todo incluido (luz, agua, wifi, limpieza) y procesos completamente digitalizados. Se dirige a un perfil de usuario en expansión: nómadas digitales, trabajadores remotos, expatriados, estudiantes internacionales o turistas de media y larga estancia que buscan algo más que un hotel.
Su crecimiento está impulsado por la convergencia de varias tendencias clave: el auge del trabajo híbrido, la movilidad profesional, la demanda de experiencias personalizadas y la búsqueda de entornos más privados y adaptables que los hoteles convencionales.
Penetración en España
España, como destino turístico líder en Europa, ha sido terreno fértil para esta modalidad. Ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Málaga ya cuentan con una creciente oferta de apartamentos y edificios dedicados al Flex Living, operados por startups especializadas (como Ukio, Blueground o Spotahome), fondos de inversión o empresas inmobiliarias que han identificado una nueva vía de rentabilidad.
Además, la creciente llegada de nómadas digitales y turistas de larga estancia, atraídos por el clima, el coste de vida y la calidad de los servicios, ha consolidado este modelo como una alternativa real dentro del mapa turístico español.
¿Qué implica para el sector hotelero?
Para los profesionales del turismo, el avance del Flex Living plantea retos y oportunidades. Por un lado, este modelo puede restar cuota de mercado a los hoteles tradicionales, especialmente en el segmento corporativo y de media estancia, donde la flexibilidad y la privacidad cobran cada vez más valor. Por otro, supone un campo de innovación y diversificación que el sector puede aprovechar si se adapta con agilidad.
Algunas cadenas hoteleras están respondiendo con propuestas híbridas: hoteles que incorporan plantas destinadas a estancias largas, proyectos de “serviced apartments” o incluso nuevas marcas enfocadas en el cliente flexible. La colaboración con operadores de Flex Living también se presenta como una vía de negocio complementaria, especialmente en destinos urbanos.
Impacto en la oferta turística
Desde el punto de vista del destino, el Flex Living contribuye a desestacionalizar la demanda y atraer perfiles de alto valor añadido, como profesionales extranjeros que trabajan desde España durante varios meses. Esto genera una nueva fuente de ingresos para el comercio local, la restauración y los servicios turísticos de proximidad.
Sin embargo, también plantea desafíos regulatorios. Algunos municipios comienzan a debatir cómo encajar este modelo en el marco normativo, especialmente en zonas donde la presión del alquiler turístico y residencial ya es alta.
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Una tendencia que ha llegado para quedarse
Lejos de ser una moda pasajera, el Flex Living se está consolidando como una pieza clave en el nuevo ecosistema turístico urbano. A medida que cambian los hábitos de viaje y las formas de trabajar, el turista tradicional deja paso a un visitante más flexible, más exigente y más conectado.
El reto para el sector turístico es claro: redefinir su propuesta de valor para integrar estas nuevas formas de alojamiento, entendiendo que el viaje ya no es solo una experiencia puntual, sino muchas veces una extensión del estilo de vida.