Tatiana Alemán —experta en el desarrollo de proyectos de accesibilidad universal y turismo inclusivo en Ilunion Accesibilidad— desgrana una idea clave: el turismo accesible no va de rampas, va de personas. Su mirada combina derechos, negocio y calidad, y ayuda a entender por qué la accesibilidad ya no es un “extra”, sino una condición básica de cualquier destino competitivo.
¿Qué es realmente el turismo accesible?
Tatiana insiste en que hablar de turismo accesible es hablar de disfrutar en igualdad. No se trata solo de suprimir barreras arquitectónicas, sino de garantizar que cualquier persona —con discapacidad, mayor, con dificultades temporales o sin ellas— pueda planificar, llegar, moverse, entender la información y disfrutar de la experiencia turística de forma autónoma y segura.
Ese enfoque se apoya en dos conceptos que ella repite a menudo:
- Accesibilidad universal: que entornos, productos y servicios puedan ser utilizados por todas las personas.
- Diseño para todos: crear experiencias pensadas desde el inicio para la máxima diversidad posible, no adaptar “después” para unos pocos.
En sus presentaciones resume esta filosofía en cuatro palabras: diversidad, igualdad, autonomía y seguridad. Si falta una de ellas, el destino no es verdaderamente accesible.
La única diferencia: la necesidad de planificar más
Una idea muy potente de Tatiana es que la única diferencia entre un turista con y sin discapacidad es la necesidad de planificar anticipadamente el viaje. Quien tiene necesidades de accesibilidad suele dedicar más tiempo a buscar información fiable, contrastar opciones y asegurarse de que no se va a encontrar con escalones “sorpresa”, baños inutilizables o información incomprensible.
Por eso reclama garantías: no vale la promesa genérica de “es accesible”, hace falta información detallada, verificable y actualizada sobre transportes, alojamientos, rutas, actividades, museos o restaurantes. Cuando esa información existe y es fiable, la ansiedad de la planificación baja… y las ganas de viajar suben.
Un enorme mercado en crecimiento
Más allá de los derechos, Tatiana recuerda que la accesibilidad es una enorme oportunidad de negocio. Un estudio encargado por la Comisión Europea estima que en la UE había ya más de 138 millones de personas con necesidades de accesibilidad y que la demanda vinculada a este segmento generaba alrededor del 3 % del PIB europeo en 2012. Además, se prevé un crecimiento continuado debido al envejecimiento de la población.
En sus materiales de trabajo, Tatiana resume así las ventajas para el sector turístico:
- Oportunidad de negocio: se accede a un segmento de mercado en expansión, con una fuerte fidelidad cuando la experiencia es positiva.
- Mejora de la calidad: las soluciones de accesibilidad suelen mejorar la experiencia para todos los clientes (señalización clara, recorridos cómodos, buena iluminación, etc.).
- Cumplimiento legal y de derechos: la accesibilidad está recogida en normativa nacional e internacional; no es opcional.
- Reducción de la estacionalidad: las personas mayores o con discapacidad no dependen tanto de vacaciones escolares o de temporadas altas; viajan más repartidas a lo largo del año.
- Reputación social: el destino o la empresa se perciben como responsables e inclusivos, algo cada vez más valorado.
Cómo se construye un destino turístico accesible
Tatiana plantea que un destino accesible no se consigue con “parches”, sino con una estrategia integral. En sus presentaciones destaca cuatro grandes líneas de trabajo:
- Gestión y gobernanza
- Implicar a la administración pública, empresas, asociaciones y emprendedores.
- Planificar la accesibilidad como parte de las políticas turísticas, no como un añadido aislado.
- Adaptación de la oferta y creación de nuevos servicios accesibles
- Revisar recursos existentes (hoteles, museos, oficinas de turismo, transporte, naturaleza…) para eliminar barreras.
- Diseñar productos turísticos pensados desde el inicio para todos: rutas, experiencias culturales, enoturismo, naturaleza, turismo rural, etc.
- Formación de los profesionales
- No basta con una rampa si el personal no sabe atender a una persona sorda, ciega o con discapacidad intelectual.
- La accesibilidad también está en el lenguaje, la actitud, los tiempos de atención y la comunicación clara.
- Divulgación de la oferta accesible
- De poco sirve hacer accesible un recurso si nadie lo sabe.
- Es clave comunicar de forma transparente el grado de accesibilidad de cada servicio, en canales turísticos generalistas y en plataformas especializadas.
Tatiana suele citar ejemplos en medio rural, como las Vías Verdes accesibles o rutas de enoturismo adaptadas, que demuestran que la accesibilidad no es solo cosa de grandes ciudades.
Accesibilidad es sinónimo de calidad
Otra de sus ideas fuerza es que “accesibilidad es sinónimo de buena calidad”. No se trata de cumplir mínimos, sino de integrar la accesibilidad en los sistemas de calidad turística.
En España, por ejemplo, la marca “Q” de calidad turística exige:
- Cumplir la legislación vigente en accesibilidad.
- Formar al personal en atención a clientes con necesidades diversas.
- Conocer y medir el grado de accesibilidad del propio establecimiento.
A ello se suman normas técnicas como:
- UNE 170001 sobre accesibilidad universal.
- UNE-ISO 21542 sobre accesibilidad del entorno construido.
- UNE 178501, sobre gestión de destinos turísticos inteligentes.
- Y, a escala internacional, la ISO 21902 / UNE-ISO 21902, que establece requisitos y recomendaciones para el turismo accesible para todos.
Todo ello refuerza la idea de que la accesibilidad ya forma parte de los estándares de calidad que se exigen a destinos y empresas.
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Un mensaje claro para la industria turística
Si algo queda claro escuchando a Tatiana Alemán es que el turismo accesible no es una moda ni un nicho marginal. Es:
- Un derecho ligado a la igualdad de oportunidades y a la no discriminación.
- Un mercado en expansión, con millones de personas deseando viajar si se les garantizan condiciones adecuadas.
- Un factor de competitividad y calidad, que mejora la experiencia de todos los turistas.
Su invitación a la industria es directa: dejar de ver la accesibilidad como un coste y empezar a entenderla como lo que es: una inversión inteligente en un turismo más justo, más rentable y más humano.












